martes, 23 de noviembre de 2010

Para no olvidar



En ese discurso del 13 de marzo de 1963 en la escalinata de la Universidad de la Habana se dijeron cosas muy importantes; algunas que leídas hoy, provocan una risa dolorosa, como cuando Fidel dice que los pobres "del pasado" (de ese pasado que es el ahora mismo en Cuba) vivían añorando, en la otra vida, lo que no podían tener en esta. Dice el "imagintivo" Castro:

"Imagino cómo verá un pobre el cielo, y tal vez se imagine el cielo con un gran automóvil, vajillas de plata, un palacio y una pierna de cerdo o de res asada en la mesa de su casa".


Después enlaza esto con la censura a las prácticas de "sectas religiosas" que propagan ideas "contrarrevolucionarias", auspiciadas por el imperialismo. Lo espeluznante -y previsible- es la reacción que esta frase fulminante provoca en los estudiantes universitarios: los taquígrafos del Consejo de Estado colocan las exclamaciones entre paréntesis: "¡Paredón, paredón"!

Y, bajo pretexto de la religión, decir: “no uses armas, no te defiendas, no seas miliciano”; o cuando hay que hacer una recogida de algodón, o de café, o de caña, o un trabajo especial, y las masas se movilizan un domingo, o un sábado, o cualquier día, entonces llegan ellos y dicen: “no trabajes el séptimo día”. Y entonces empiezan bajo el pretexto religioso a predicar contra el trabajo voluntario.

Pero, además, predican que la bandera no debe jurarse, y les dicen a los padres: “no mandes a los niños a las escuelas el viernes para que no juren la bandera”. ¿Y es que nuestra patria —patria que ha tenido que luchar tanto por su independencia y por su bandera, patria que ha dejado tantos héroes en el camino, patria que por su destino ha dado la vida de tantos jóvenes, de tantos trabajadores, de tantos campesinos, de tantos hombres y mujeres dignos— puede tolerar que nadie predique esa irreverencia contra la patria, esa irreverencia contra la bandera? (EXCLAMACIONES DE: “¡Paredón, paredón!”) [...] ¿Es que una patria, una patria que necesita producir para vencer las enormes dificultades que nos trae el bloqueo económico de la más poderosa y reaccionaria nación de la Tierra; es que la patria que tiene que trabajar para hacer su futuro, puede permitir que se prediquen esas supercherías contra el trabajo? [...] Difícil es que vengan a esta universidad a predicar idioteces, porque no encontrarán caldo de cultivo favorable...
Y son tres, principalmente, esas sectas, los principales instrumentos hoy del imperialismo, y son: los testigos de Jehová (ABUCHEOS), el bando evangélico de Gedeón (ABUCHEOS) y la Iglesia Pentecostal (ABUCHEOS).


Después de este repudio ferviente, Castro apela a la retórica del pasado -ese sitio donde se acumula toda la "basura" que se necesita expulsar (En Cuba se reescribe el "tópico" literario: todo pasado fue peor; la memoria del pueblo es forzada a reorganizarse y construir ese pasado de ignominia. En el futuro y en la sabiduría no habrá este tipo de religiones que obstaculicen la práctica del dogma fidelista (ningún profeta con quien competir) Y el colmo del cinismo llega inmediatamente cuando afirma: Es curioso, y es una prueba de la tolerancia de la Revolución, una prueba extraordinaria de la tolerancia de la Revolución, que este último grupo tiene en la provincia de Las Villas, cerca del pueblo de Santo Domingo, una escuela llamada Instituto Bíblico Pentecostal, donde preparan sus cuadros, y que lo dirige un norteamericano; un yanki es el director de esa escuela (EXCLAMACIONES Y ABUCHEOS). ¡Hasta dónde llega la tolerancia de la Revolución, hasta dónde llega!
Después de abrir la boca para afirmar cuán tolerante es, introduce la malévola pregunta retórica: ¿Es que tiene nuestra patria la obligación de permitir eso? El pueblo, será quien grite a voz en cuello: ¡NOOOOOO!, ¡Fuera!

Para redondear la condena a tales "sectas", concluye refiriéndose a la educación, esa eficaz arma de combate que aniquila al diferente: "Porque si bien es verdad que no todos los seres humanos son de la misma condición, del mismo temperamento, y del mismo carácter, la educación tiene una influencia decisiva, y es la educación lo único capaz de desarrollar las inclinaciones positivas del ser humano y de combatir desde muy temprano sus inclinaciones negativas [...] Hay que centrar la atención en la formación de los maestros y de los profesores, porque serán los soldados de la vanguardia en la lucha contra la ignorancia y contra el pasado".
Cierra con maestría el bucle retórico: las sectas pertenecen al pasado que será reeducado. La frontera entre el mal y el bien ya está nítidamente trazada. Y a buen entendedor, con pocas palabras basta.
Pero este discurso va más allá: hay otros males del pasado, otros vicios de la sociedad capitalista.
1: "el delincuente antisocial, el ladrón, el ratero".

Al respecto impresiona leer lo que el "padre benefactor" (ese que supuestamente cree en el hombre) aconseja, burlándose de las leyes vigentes que llama "leyes anacrónicas", demasiado suaves, filantrópicas: mano dura, durísima; esto es, "pena capital". Como un señor medieval que dispone de la vida y la muerte de sus súbditos con total impunidad, así desea dirigir la comunidad premoderna que recién está fundándose.
En esta frase se sintetiza esa obsesión médico-patológica que homologa el comunismo al fascismo: la limpieza higienista de la sociedad llevada al límite de convertir en realidad lo que en las sociedades europeas, desde la modernidad, no pasaba de ser una metáfora: en este caso, los "miembros" del cuerpo social no están enfermos-pues de lo contrario podrían ser "curados" con medidas adecuadas; sino que son en sí mismos la enfermedad que hay que erradicar:

Hubo, incluso, algún compañero que creyó que a través de métodos absolutamente filantrópicos iba a combatir ese mal social, esa lacra, y que con un buen consejo podría volver a la vida ordenada y a la convivencia social a un delincuente; esas son ilusiones. Resultado: la necesidad de tomar medidas severas. En primer lugar exclusión de fianza (APLAUSOS); pero eso no es suficiente, quien roba en un domicilio donde se encuentra una familia, es decir que robe con el peligro para la familia de ser víctima de la agresión física, es decir robo con violencia en el domicilio y en las personas, pena capital (APLAUSOS PROLONGADOS). Quien robe haciéndose pasar por un agente de la autoridad, pena capital (APLAUSOS); y quien robe empleando menores de edad, con tanta más razón pena capital (APLAUSOS y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, paredón para el ladrón!”) [...] No podemos dejar de tomar medidas drásticas, porque de otra manera quedaría la sociedad expuesta al libre albedrío de estos elementos antisociales.
Y hay que combatirlo como se combate una enfermedad, como se combate una plaga, como se combate una epidemia.

Pero otros "focos infecciosos" serán mencionados en ese discurso:

Claro, por ahí anda un espécimen, otro subproducto que nosotros debemos de combatir. Es ese joven que tiene 16, 17, 15 años, y ni estudia, ni trabaja; entonces, andan de lumpen, en esquinas, en bares, van a algunos teatros, y se toman algunas libertades y realizan algunos libertinajes. Un joven que ni trabaje, ni estudie, ¿qué piensa de la vida? ¿Piensa vivir de parásito? ¿Piensa vivir de vago? ¿Piensa vivir de los demás? [...] Son contrarrevolucionarios, y lo que son unos... Bueno, lo que son todos los contrarrevolucionarios (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Porque son unos descarados, tan descarados como todos los contrarrevolucionarios.


¿Qué palabra no llegó a decirse; qué palabra se censuró Castro?
Lo que son unos...
Después se aclararía más o menos el insulto que no llegó a pronunciarse. Prosigue el Epidemiólogo:

DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Los flojos de pierna, Fidel!”, “¡los homosexuales!”)

¡Un momento! Es que ustedes no me han dejado completar la idea (RISAS y APLAUSOS). Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.

Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS). La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones.

¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! “Arbol que creció torcido...”, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no!


Poco después se abrirán los campos de concentración para endurecer esos troncos torcidos, pero ya Castro rumia en este discurso las ventajas que sacará del margen. Necesita brazos para la agricultura, y qué mejores brazos que los de los parias, una vez reafirmados como tales, emparentados perversamente para crear una masa compacta marginal: en aquellos campos se reunirán justo los testigos de Jehová, los homosexuales y otros (bajo el rótulo ambiguo de "conducta impropia"). Con esa justificación de base también creará las escuelas al campo, para que los jóvenes se "fortalezcan". ¡Muchas manos para alimentar al país: ¡y que vengan después a decirnos que hemos tenido una educación gratuita!

Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el “pitusa” (RISAS).

¿Y qué opinan ustedes, compañeros y compañeras? ¿Qué opina nuestra juventud fuerte, entusiasta, enérgica, optimista, que lucha por un porvenir, dispuesta a trabajar por ese porvenir y a morir por ese porvenir? ¿Qué opina de todas esas lacras? (EXCLAMACIONES.) Entonces, consideramos que nuestra agricultura necesita brazos (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”); y que esa gusanera lumpeniana, y la otra gusanera, no confundan La Habana con Miami.


La suerte estaba echada. Pronto empezarían las tijeras a cortar melenas y "pitusas"; purgas en la Universidad, y los suicidios...

3 comentarios:

  1. Qué lamentables aquellos discursos. Cómo comió cerebros! La historia No lo Absolverá!

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  2. ¡Y parece que no le gustaban los pitusas!!! Yep.

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